by José M. Saldaña
Por El Vocero
En Puerto Rico se está reduciendo peligrosamente la población joven. Esto se debe a varios factores entre los que se encuentran la reducción en la natalidad y la emigración de los jóvenes hacia Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Mientras tanto, la mayor parte de la población de edad avanzada permanece en la Isla. Esto tiene grandes repercusiones en todos los órdenes, pero principalmente en la economía y en la salud, pues al reducirse la población joven se pierden los ciudadanos más productivos y los que menos se enferman. Al permanecer los más viejos en la Isla —por razón de su edad— son menos productivos y se enferman más, por lo que consumen más de lo que producen y particularmente consumen gran cantidad de costosos servicios de salud.
Al mismo tiempo que esto ocurre tenemos un gran éxodo de profesionales de la salud, lo que presenta una seria amenaza para el presente y futuro de nuestra salud como pueblo. Esta situación se complica ante la posibilidad de que para el próximo año fiscal federal no contemos con la totalidad de fondos federales de Medicaid para sufragar el programa de servicios de salud a los medicamente indigentes.
Se anticipa una crisis de ortopedas, cardiólogos, gastroenterólogos, oftalmólogos y radiólogos. De todos estos especialistas en la Isla solo quedan 96 ortopedas, 125 cardiólogos, 130 gastroenterólogos, 190 oftalmólogos y 242 radiólogos. Esto no es suficiente para atender la población actual y, lo que es peor, muchos de estos especialistas tienen planes de irse de la Isla. Ha habido, además, una gran reducción en el número de laboratorios clínicos y farmacias.
Cuando hablamos de que vamos al dentista hablamos de que vamos a visitar a un profesional de la salud que tiene un grado de bachillerato en ciencia o premédica (3 o 4 años de estudios), al que se le añade un Doctorado en Medicina Dental (DMD) de cuatro años de estudios y, dependiendo de su especialidad, puede tener de 2 a 4 años más de estudios; es decir, un profesional que ha cursado alrededor de 24 años de estudios, diez o trece de ellos universitarios. Para su preparación en Puerto Rico nuestro pueblo invierte una gran cantidad de dinero subsidiando una Escuela de Medicina Dental en el Recinto de Ciencias Médicas. Cuando un dentista finalmente termina sus estudios y establece su oficina o consultorio esa persona ha incurrido en un costo y deuda de cientos de miles de dólares y el Estado ha incurrido en un costo millonario.
Los servicios de salud oral y dentales son sumamente costosos por los equipos y materiales que se utilizan. La mayor parte de los ciudadanos para poder sufragar los mismos depende de un seguro de salud privado o público.
Esto es particularmente más dramático entre los jóvenes que se gradúan, pues del 80% al 90% de ellos se marchan. Muchos de ellos van a los Estados Unidos a especializarse, pero cuando regresan se les presentan escollos, denegándoles acceso a los planes médicos o se les ofrecen tarifas muy por debajo de los costos de producir los servicios.
Estamos invirtiendo en preparar profesionales para emigrar. Hace dos años había en Puerto Rico 2,300 dentistas, hoy solo quedan 856. Se estima que en los últimos 15 años se han perdido más de 20,000 empleos en este sector.
Además del factor detrimental económico y para la salud de Puerto Rico, un efecto severos de esta situación es el rompimiento de la unidad familiar con sus consecuencias.
Los profesionales de la salud en Puerto Rico exigimos que se atienda esta situación —sin más dilación y con carácter de urgencia— por las aseguradoras y el gobierno.