Al igual que hizo con su primogénita, Charlotte Levine llevó a su segundo hijo a vacunarse hasta que, casi al cumplir el año, notó unos signos que le preocuparon, como reflujo severo.
“Detuve la vacunación. Se identificó que era alérgico al huevo y hay vacunas hechas con embrión del huevo”, dijo sobre su hijo de 10 años, diagnosticado con autismo al poco tiempo.
En retrospectiva Levine lamentó no haber identificado su reacción al huevo si le hubieran hecho un protocolo de pruebas de alergia a su niño, previo a la vacunación.
“Todavía estoy bregando con eso. Todos los años tengo que renovar el affidavit (para no vacunarlo) porque en la escuela te amenazan rápido con el Departamento de la Familia por ser irresponsable, cuando, mira lo que me pasó por ser responsable y llevarlo a vacunar”, dijo Levine.
Beatriz Marie Brasdovich no dudó y, cuando nacieron sus gemelos hace dos años, los llevó a vacunar.
“Prefiero que estén vacunados para prevenir enfermedades. Aunque no he tenido la experiencia de un niño con autismo tras la vacunación, sé que hay muchos estudios que no relacionan el autismo con las vacunas”, dijo.
Resaltó que entiende que algunos padres puedan relacionar al autismo con las vacunas, ya que entre los 18 a 24 meses, los niños comienzan a mostrar su personalidad, etapa en que ya han recibido la mayoría de las vacunas infantiles.
A cuatro meses de que sus gemelos ingresen a un pre-escolar, la puertorriqueña residente en Ohio está preocupada por la interacción que sus hijos pudieran tener con niños no vacunados.
“Es igual que cuando los llevas al parque, ante la posibilidad de que hayan niños no vacunados”, dijo.
La alegada relación de las vacunas con el autismo sigue causando opiniones divididas. El núcleo de esta controversia data de 1998, cuando el doctor Andrew Wakefield publicó una investigación preliminar en la revista “The Lancet” alegando que 12 niños vacunados habían desarrollado comportamientos autistas e inflamación intestinal grave. Se sugería un vínculo causal con la vacuna triple vírica (MMR, por sus siglas en inglés). Doce años después se encontraron irregularidades en la investigación y el Consejo General de Medicina de Reino Unido determinó que Wakefield “no era apto para el ejercicio de la profesión” y la revista “The Lancet” se retractó del estudio publicado.
Otra teoría habla del supuesto vínculo del autismo con timerosal, compuesto que contiene mercurio usado en algunas vacunas. En el 2004, el Instituto de Medicina de Estados Unidos descartó esta teoría, aunque aún hay grupos que advierten de la peligrosidad de químicos en las vacunas.
“One size fits all”
La organización “Autism Speaks” advierte que la Academia Americana de Pediatría sostiene que estudios científicos afirman que no hay relación entre las vacunas y el autismo. El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) coincide. En marzo, un estudio realizado en 650,000 niños daneses -publicado en la revista “Annals of Internal Medicine”- detalló que no se habían encontrado vínculos entre la vacuna MMR y el autismo, incluso entre menores con factores de riesgo asociados.
En Puerto Rico, esta discusión sigue viva. En septiembre de 2017 se radicó el Proyecto de la Cámara 1303 para crear la Ley de Vacunación de Menores y Estudiantes.
Esta medida, que está detenida desde octubre, dio pie a la creación de la Coalición Pro Consentimiento Informado y Vacunación No Compulsoria. Adrián Díaz, portavoz de la Coalición, ha insistido en que los padres tienen el derecho de dirigir la educación, crianza y cuidado de sus hijos y que el gobierno no debe coaccionarlos a administrar procedimientos bajo amenaza de violentar el derecho a la educación.
“No digo que las vacunas no son necesarias, sino las formas en que las ponen. No es que las vacunas hacen daño, sino cuándo y aqué edad”, puntualizó la pediatra Ada Ortiz, quien recomienda el protocolo de vacunación de la doctora estadounidense Stephanie Cave.
“Si lo que uno busca es la salud del paciente, hay protocolos (de vacunación) que hacen menos daño que otros”, dijo al mencionar que en Europa, la vacuna contra la hepatitis B no se usa en infantes.
Insisten son seguras
A pesar de la controversia a favor y en contra de la inmunización y su alegado vínculo con el autismo, en Puerto Rico, el nivel de vacunación infantil es alto, de más de 90% en la mayoría de las vacunas, aseguró el doctor Ángel Rivera, director del Programa de Vacunación del Departamento de Salud.
“Aunque respetamos la decisión de cada padre que tenga preocupaciones y no vacune (a sus hijos), queremos que vean lo que está pasando en lugares como Nueva York, donde hay un brote de sarampión”, dijo.
Según el CDC, de enero al 28 de marzo se confirmaron 387 casos de sarampión en 15 estados y en seis jurisdicciones se identificaron brotes. Según el CDC, los brotes surgen cuando las personas viajan fuera del país y se contagian o por la propagación de enfermedades en personas no vacunadas.
“En Puerto Rico, algunos padres están llegando tarde a la vacunación (acorde al itinerario de inmunización) y eso no debe ser lo correcto porque los pone vulnerables y si se montan en un avión están más a riesgo”, aseveró Rivera.
El galeno comentó que las exenciones a la vacunación por razones religiosas o médicas son menos del 1%.
Recordó que en 1990 hubo brote de sarampión y murieron 12 niños en la isla. Esto, dijo, causó que años después la tasa de vacunación contra sarampión subiera.
Según el doctor Ricardo Fontanet, niños con autismo no vacunados se exponen a mayores riesgos de salud si enferman, especialmente si son hospitalizados.
“Los estudios demuestran que el autismo está relacionado a un componente genético. Por eso estamos cada vez más vigilantes a la identificación temprana”, sostuvo.
Comentó que entre las personas que objetan la vacunación, algunos aducen el alegado vínculo con el autismo, químicos en las vacunas o incertidumbre en cuanto a si las vacunas han sido bien estudiadas.
“La Academia Americana de Pediatría dice que hay que insistir en la vacunación. Hay pediatras que no quieren tener pacientes en sus oficinas si no se vacunan porque, si les da una enfermedad prevenible a través de la vacunación, el médico puede ser responsable”, señaló.
Lilliam Rodríguez, presidenta de Voces: Coalición de Vacunación de Puerto Rico, aseguró que hay más de 250 estudios que no relacionan a la vacunación con el autismo.
“Cada vez hay más padres con niños pequeños que dejaron de vacunar y, si los dejan de vacunar, más enfermedades van a aparecer”, aseguró.
Rodríguez urgió a los padres a conocer las etapas de desarrollo del bebé para identificar alguna irregularidad. Agregó que la Encuesta Nacional de Inmunización refleja que hay padres dilatando el itinerario de vacunación recomendado, especialmente los primeros dos años del menor, pero caen en tiempo en el ingreso escolar, cuando se requiere “la hoja verde” que certifica que el estudiante tiene las vacunas requeridas.