by Cristina del Mar Quiles
Por El Nuevo Día
Entre 40,000 y 50,000 personas en Puerto Rico viven con hepatitis C, un virus que afecta principalmente al hígado con consecuencias a largo plazo que pueden incluir cirrosis y cáncer. Muchos no lo saben, pues se trata de una infección que, aunque tiene cura y se puede diagnosticar con una prueba de sangre sencilla, es asintomática.
La prevalencia en la isla es de entre 2.1% y 2.3% de la población, según estudios del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, porcentajes más altos que en Estados Unidos y que en Latinoamérica. En San Juan, la prevalencia es del 6%.
“Hay factores de riesgo que están asociados al contagio de la hepatitis C”, apuntó el gastroenterólogo y hepatólogo Federico Rodríguez Pérez sobre las razones para la alta prevalencia en Puerto Rico del contagio del virus que se transmite por sangre.
Entre estos, mencionó ser usuario de drogas intravenosas, aunque haya sido solo una vez, y haber recibido transfusiones de sangre antes de 1992. Y es que no fue hasta esa fecha que se desarrolló la prueba del anticuerpo de sangre para identificar el virus.
Otros factores de riesgo incluyen haber tenido múltiples cirugías cuando no se llevaban las mismas prácticas de higiene o esterilización de instrumentos que existen actualmente y haberse hecho perforaciones en la piel o tatuajes en establecimientos sin precauciones de esterilización.
Por eso, la recomendación principal es para la llamada generación de los “baby boomers” o esas personas que nacieron entre 1945 y 1965, a que se realicen una prueba de sangre para detectar los anticuerpos del virus y poder comenzar un tratamiento antes de que se comiencen a experimentar las consecuencias a largo plazo.
“Toda persona que tenga un factor de riesgo o que pertenece a la generación de ‘baby boomers’ debe pedirle a su médico que le haga la prueba”, recomendó Rodríguez Pérez, quien trata a pacientes con hepatitis C en su práctica privada.
La mayoría de estos, indicó, llevan muchos años viviendo con el virus sin saberlo y han sido diagnosticados por sus médicos primarios y referidos a su consulta. Algunos ya tienen cirrosis.
Tiene cura
“Esta enfermedad es tratable y curable”, enfatizó el médico.
De los medicamentos inyectables con múltiples efectos secundarios y bajas o medianas probabilidades de cura, la medicina ha logrado significativos avances.
“Hoy en día, existen medicamentos que son capaces de curar por vía oral, que se toman en la mayoría de los casos por dos o tres meses, no dan efectos secundarios mayores y el paciente puede mantener su estilo de vida mientras se está tratando y curarse. Tienen una probabilidad de cura y el virus desaparece en el 98% y el 100%, en muchos casos”, apuntó.
Las limitaciones, sin embargo, se concentran en el tema de la accesibilidad al tratamiento, señaló Rodríguez Pérez, pues muchos planes privados no lo tienen como parte de su cobertura. No existe, tampoco, un programa en la rede salud para tratar a la mayoría de estos pacientes.
Avances contra el contagio
Rodríguez Pérez también señaló que en el tema de prevenir el contagio también se han logrado avances al punto que se ha eliminado el contagio por transfusiones.
“En esos casos, ya es bien seguro. Además, las precauciones de salud universal se han adoptado en todas partes. Los lugares como barberías, establecimientos de tatuajes y oficinas médicas mantienen las precauciones para esta condición y para otras”, especificó el también miembro de la Junta de Directores de la Asociación Puertorriqueña de Gastroenterólogos.
La transmisión sexual, agregó, no es característica de esta enfermedad ni tampoco de madre a hijo, siendo de menos de un 5%, excepto en los casos en los que la madre también es infectada con VIH.
Sí puede ocurrir contagio en prácticas sexuales en las que ha habido trauma, por el contacto de sangre.
Los grupos de alto riesgo siguen siendo los que utilizan drogas intravenosas, y los “baby boomers”, población en la cual hay muchos contagiados sin saberlo.